La caza espiritual de Miluska Benavides

César Panduro Astorga

Hay mujeres hermosas y tristes que pueblan los libros. Mujeres que enviudan al salir a comprar algo para la casa. Mujeres que alumbran mellizos cuya luz es ajena a nuestras oscuridades. Hay hombres que miran al cielo en busca del eterno camino de un cometa, mientras en la tierra la vida, con sus avatares y alegrías, transcurre quemándose en la cotidianidad. Rutina de hombres y mujeres que son buenos, pero cuya bondad no fue suficiente para tener una vida feliz o por lo menos calma. Esos personajes que pueden ser tú que lees estas palabras o yo que las escribo y que, bajo la mirada de alguien que tiene el ojo del corazón agrandado y sobre todo talento en los dedos, los deja translucir en un conjunto de historias y los hace vivir en una casa de letras.

Miluska Benavides, narradora, traductora y estudiosa de la obra de Eguren, acaba de publicar la segunda edición de su primer libro de cuentos La caza espiritual. Edición impresa, además, que tuvo la generosidad de regalar a los que se acercaron a leerla. La caza espiritual sale por Hipatia Ediciones, un sello que va tomando importancia en la publicación y difusión de poetas y narradoras peruanas. Con prosa justa, como bien lo anota Denisse Vega, ajusta su palabra a la vida de los que esperan alguna redención o sonrisa. Sus personajes, decía, son nobles; la vida dura, el destino o como se llame a eso que escapa de nuestras manos los ha colocado en situaciones que solo un ser sensible, empático, una autora que quiere a sus personajes, que no los maltrata o da más problemas de los que ya tienen lo puede hacer.

La hermosura de sus historias es que nos hace mirar la vida que todos los días tratamos de no percibir, no desde la denuncia, el panfleto, sino desde la empatía. Cuentos como «El condenado», cuya aventura nos deja truncos. Queremos que ese joven que padece una rara enfermedad se salve a través de Dios o del diablo, o del poder de la mente o del cerebro. Creo que el gran valor de libro es que nos enrostra el sufrimiento que padecen muchos seres humanos. La cualidad de Benavides es que no juzga, sino muestra. Asistimos a hospitales, colegios, casas, cementerios. Asistimos no como simples lectores o husmeadores de la vida privada de gentes, sino que también asistimos a las nuestras. Qué fracasos escondemos, qué amor nos acompaña a pesar de no estar solos, quién no habla en sueños de manera rara con alguien fallecido. Todo un mar de experiencias y sensaciones se siente en La caza espiritual.

Miluska juega con la geografía. Es el olor de la tierra y de ese árbol que crece matando otras vidas. Ese árbol que seca todo, y el anciano que lo regenta aun sabiendo que ningún fruto obtendrá, más allá de la sombra en la que un día quizá lo alcance la muerte. Creo, en mi modesta opinión, que en el cuento «Las ceremonias» está resumida toda su poética —el cuento es evocador y emotivo— y los temas que ha tratado en todo el libro. Adiciona, además, la denuncia sutil e implícita por un sistema económico y político; sistema caduco, egoísta, corrupto y cruel. Una muerte que, si las instituciones en países como el nuestro funcionaran, no hubiera ocurrido; aunque eso sería especular y pensar que no se puede morir por cualquier cosa. «Las ceremonias» cambia los estados de ánimo del lector por la profundidad que alcanza el análisis de ese instante terrible que cambia tantas vidas.

En geografías distintas, aunque Santa Lucía siempre sale a relucir, Miluska Benavides nos ha dado otra vez la posibilidad de visitar sus lugares y a esos seres que los pueblan. Aclaro siempre, estas palabras son la de un lector que agradece a la vida tener tiempo para leer y la suerte de conocer a la autora del libro. Es muy justo que hoy se vea en ella a una gran promesa de la narrativa peruana.

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