Elena, sin Octavio

Liliana Chaparro Huauya

Mi primera relación fue con una persona a quien la vida me enseñó a perdonar y agradecer el aprendizaje. Éramos muy jóvenes cuando nos conocimos, pero de inmediato su naturaleza imponente e impulsiva comenzó a absorberme hasta olvidarme de mí misma. Después de siete años, el final estuvo marcado por una gran necesidad de volver a lo más esencial de mí y quizás lo más vital que tengo: escribir.

Comienzo este blog encantada y sorprendida de iniciar esta aventura. Es curioso cómo caminamos por la vida y que muchas de sus rutas nos tomen sin pensar. Algo así me pasó cuando sentí el llamado de escribir nuevamente; pues, a pesar de haber estudiado Literatura, me alejé muchos años del círculo. Este espacio será un pretexto para hablar sobre grandes mujeres escritoras, y me tomaré la atribución o confianza de compararlas conmigo y con todas nosotras.

Siempre he tenido esta visión de la vida: yo no elijo a los libros, sino que ellos me eligen a mí. Cada título y autora o autor ocupan un recuerdo muy importante en mi memoria, casi como la música de toda mi vida; es decir, mi propio soundtrack de Spotify, y créanme que lo tengo. Por eso, mientras elegía a mi personaje para este inicio, me tomé la libertad de esperar que el momento decida.

Hace unos días, mi mejor amiga me envió un documental sobre el boom latinoamericano, donde se mencionaban a algunas escritoras tras la luz de García Márquez, Vargas Llosa o Cortázar. Lo cierto es que, detrás de muchas de las corrientes literarias latinoamericanas, europeas y otras, las voces de las mujeres han sido relegadas a un opacado olvido. Hace poco, escuché a una periodista argentina mencionar que estaba harta de las mesas de mujeres escritoras en cada feria de libro o conferencia porque es como visibilizar lo que todavía es invisible: nuestras voces. Opino igual, ojalá estas diferencias se extingan y no tengamos que exigir igualdad, este concepto debería entenderse y aplicarse por sí solo.

Cuando vi ese documental del boom, me dije: ¡boom, es ella! Elena Garro es una mujer mexicana importante para el realismo mágico, aunque a ella no le gustaba esta asociación ni la comparación con Rulfo. Dotada de una rebeldía natural, me encantó que desdeñase la atribución de su nombre a este movimiento literario con ese tono irreverente y, seguramente, fumándose un cigarrillo mientras decía al mundo: «Esas son etiquetas mercantilistas». Casi siento que la veo y escucho. Al observar una foto de ella e investigar más sobre su trabajo, no elegí su increíble narrativa, sino un breve pero potente poema suyo de 1951 que me atrapó: «El extranjero».

«El extranjero» se encuentra en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro, una impecable edición de 2016, en conmemoración de los 100 años de la escritora, con un estudio y nota preliminar de Patricia Rosas Lopátegui, editora del libro. Reúne una serie de poemas que la autora no publicó en su tiempo, y que salió a la luz muchos años después gracias a su hija y a esta editora. Cuando leo sus palabras, me conmuevo y siento realmente el dolor. Algunos versos como «Allá donde lloradas lágrimas se vuelven a llorar sin llanto / y en donde labios intangibles se buscan / y se encuentran ya sin cuerpo» me recordaron a un poema que escribí llamado «Viajeros» y que incluí en mi primer poemario, escrito en 2008 y que no publiqué sino hasta 2018: «Somos dos viajeros que no encuentran dónde desembarcar, que lucharon entre piratas, esqueletos, monstruos, embarrados / de mar muerto con sangre».

Cuando leo el poema de Elena, siento la ausencia, la no pertenencia, el no poder conseguir ese anhelo en estas tierras, el tener que ser golpeada e, incluso, morir por intentar lograrlo; y, aun así, no ser escuchada y seguir en el olvido. Yo creo que Elena encarnó de tal forma como mujer esa lucha entre lo que debe ser y lo que realmente es, la no pertenencia a sí misma por rodearse de otras luces que querían brillar sin compañía. ¿Saben?, la entiendo porque me pasó lo mismo. Cito la voz de la escritora al inicio de Cristales de tiempo:

¿Acaso no debía quemar mis cuentos y poesías para que él [Octavio Paz] no llorara en sollozos? Elena Garro

(Carta a Gabriela Mora)

Las dejo a la genial Garro con «El extranjero» y, luego, mi poema «Viajeros». ¡Ah, y me olvidaba un detalle sobre ella!, fue también esposa de Octavio Paz hasta 1950. Definitivamente, vivir bajo la sombra de ese otro grande debe haber sido todo un desafío, pero la verdad es que cada vez que la veo en fotografías y leo su obra, se engrandece su presencia por sí sola. Elena es Elena, sin Octavio.

El extranjero

Allá donde encontramos lo perdido
Allá donde se va lo que se tuvo
Allá donde los muertos están muertos
y hay días en que renacen y repiten
los actos anteriores a su muerte
Allá donde lloradas lágrimas se vuelven
a llorar sin llanto
y en donde labios intangibles se buscan
y se encuentran ya sin cuerpo
Allá donde de pronto somos niños
y tenemos casa
en donde las ciudades son fotografías
y sus monumentos residen en el aire
y hay pedazos de jardines atados a unos ojos
Allá donde los árboles están en el vacío
donde hay amores y parientes mezclados
con objetos familiares
Allá donde las fiestas suceden a los duelos
los nacimientos a las muertes
los días de lluvia
a los días de sol
Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,
cometa sin orígenes, extranjero al paisaje
paseándote entre extraños
allá resides tú,
donde reside la memoria

Elena Garro

Viajeros

«Durante mucho tiempo ha existido un discurso y una práctica de la exclusión, del rechazo a la diferencia, un “tú no eres igual que yo” que cobijó la discriminación y la intolerancia. Esto resulta cuando menos extraño porque los comportamientos excluyentes provienen muchas veces de quienes elogian nuestra diversidad cultural».

Ollanta Humala, Discurso presidencial del 28 de julio de 2011

Somos dos viajeros que no encuentran dónde desembarcar, que lucharon entre piratas, esqueletos, monstruos, embarrados de mar muerto con sangre que gritan ser salvados
desde una ola que nos come.

Somos dos viajeros
cansados de caminar mutilados,
dos errantes que dejan sus huellas
porque van a morir horas después.

Lloramos por la familia que dejamos, por lo que tuvimos que perder, solo buscamos una tierra que nos abrigue,
que grite nuestro nombre.
Seguimos en altamar,
divisamos entre sueños un futuro que celebra y toma con nosotros.

Tú y yo, somos dos locos poetas que siguen enamorados de la realidad,

con alas para volar hacia la vida
pero con los pies todavía pegados al dolor.

Liliana Chaparro


Liliana Chaparro Huauya (1982). Escritora, docente y gestora cultural. Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y trabaja allí como docente a tiempo parcial de cursos relacionados con gestión cultural. Actualmente, estudia en la Universidad Autónoma de Barcelona un máster de Investigación en Educación, con mención en Currículum e Innovación de Procesos Educativos. Ha publicado un poemario llamado No todos caminan en Lima (2018). Sus líneas de investigación son las tecnologías del aprendizaje y conocimiento, así como la innovación de emprendimientos culturales a través de las metodologías ágiles. Ama el yoga, viajar y salir a correr.

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